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Estudiante universitaria.de ciencias de la comunicacion..amo el rock y el pop...

lunes, 27 de septiembre de 2010

Fría, como una noche de invierno…

Levanta la mirada cansado de hundirse y decide ya no abatirse más, por un momento la ausencia de sus sentimientos lo hicieron desfallecer. Pero ya no está dispuesto a seguir así.
Coge las llaves de su cuatro por cuatro y piensa en que la muerte podría llegarle ahora mismo no le importaría, está seguro de que ha realizado todo lo que se ha propuesto. Tiene el trabajo que siempre quiso, gana el sueldo que siempre deseo y por si fuese poco la chica más linda se había fijado en el.

Sin embargo recuerda por que estuvo como estuvo, y la recordó, sabe que es inútil volverla a buscar, ella ya no respondía en esa casa, la de los jardines con geranios que quedaba por un pequeño pueblito en Jauja, esa ya no era desde hace tiempo su casa.

Había dejado de buscarla en su verdadera morada desde hace ya casi 1 año, para olvidarla trató de refugiarse en el alcohol, pero entendió que no podía seguir así, o se enfrentaba a la realidad o… Ella lo había dejado sin ninguna explicación, a pesar de tantas veces decirle que lo quería.

Solo quería verla una vez más, decirle todo lo que no pudo decir cuando ella todavía estaba con él, se arrepentía de su alejamiento, se armó de valor y fue a visitarla, se prometió a si mismo que sería la última vez.

Se vistió con su mejor ropa y se puso aquella camisa que ella le regaló y que él tanto rechazo, una lagrima recorrió su rostro al recordar ese incidente, pero se la seco rápidamente, tenía mucha prisa, le faltaban las flores, las margaritas que a ella siempre le gustaron y que el tanto criticó. Ella era una mujer muy sencilla, sus orígenes humildes no eran aceptados por la familia de él.

Compra las margaritas blancas, le fascinaban, piensa. Sube a su carro y se dirige, mientras va, recuerda todo lo que vivió a su lado, quiere decirle que no la olvida que la sigue queriendo. Llegó, estaciona el auto pues tiene que seguir el camino a pie. Va pasando y ve el gran parque que la rodea, recuerda que a ella siempre le gustaron las plantas.

Se para frente a ella y no puede evitar las lagrimas, su cara se desarma dando paso a los sollozos se abalanza a ella y le llora, le grita que la sigue amando, tiembla y no puede mantenerse en pie, ella no hace nada, él sigue pidiéndole que lo perdone y le vuelve a decir que la ama como no amo a nadie en el mundo, pero ella sigue igual. Se levanta y comprende que ella ya no puede escucharlo, no puede hablarle ya no puede mirarlo y él nunca volverá a escuchar su voz; con el corazón destrozado deja la tumba fría de su gran amor, esperando a que la muerte le llegue pronto.
Lucero Marian Vergara Lavado

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